¡De nada, amigo!

La otra noche entró en casa un murciélago, lo vimos revoloteando por el techo, esquivando a la perfección las paredes con su sónar. Ayer por la mañana se había quedado atrapado en una ventana. "¡Déjalo ahí que se muera, qué asco, qué asco!"... Pero ¿cómo que "qué asco" y "que se muera"?? Lo cogí y me lo llevé fuera. Era muy pequeñito, estaba encogido, acojonadillo. Parece que era un murciélago común, un bicho bastante simpático que no hace daño a nadie, al contrario, se come los mosquitos y leí que hasta 600 insectos al día. Lo puse en el hueco de un árbol; a él le llevó un rato comprender la situación, giró la cabecilla a ambos lados buscando orientarse, y entonces se puso a escalar por el tronco del árbol, parecía un boina verde, es verdad. Luego lo perdí de vista, pero justo antes miró hacia abajo, como diciendo "¡gracias, amigo!"...
No soy supersticioso pero sí creo que la naturaleza nos devuelve los favores o cabronadas que le hacemos. Ahora voy a contar la historia de los cangrejos, es el momento. Recuerdo cuando vivía en Tenerife, que había unos cangrejos habitantes de las rocas en bajamar junto a mi casa que me tenían fascinado. Comprendí que había 2 tipos de cangrejos, según su comportamiento: unos eran muy aplanados, con las patas muy largas y delgadas, y con pinzas diminutas; eran rapidísimos y se escondían en seguida en cualquier grieta, o a veces se tiraban camicaces al agua; era muy difícil atraparles. El otro tipo de cangrejos deduje que estaba diseñado para la lucha, no para la huida: eran más gorditos, y mucho más lentos en sus movimientos, pero tenían un pedazo de pinza que parecía poder cortar dedos. Cuando hostigaba a estos bichos -sólo para jugar con ellos y ver cómo reaccionaban-, los primeros salían literalmente por patas; el segundo tipo de cangrejo jamás daba la espalda, se encaraba con valentía al atacante (aunque midiera 2 metros más que él) lanzándole sus pinzas y defendiéndose hasta la muerte. A mí me impresionaban estos últimos y los admiraba; con un palito les daba el coñazo, pero luego siempre les dejaba tranquilos deshaciéndome en reverencias: "has sido un contrincante increíble; vete en paz amigo, con la cabeza bien alta".

Aquellas rocas eran frecuentadas por pescadores que cogían cangrejos que usaban como cebo. Recuerdo uno, que iba a coger un cangrejo del segundo tipo, amarillo y grande, precioso; el cangrejo se defendió con sus pinzas, y el colega como no podía con él en igualdad de condiciones, le metió unos pisotones que lo despachurró en la puerta de su agujero-casa, seguramente con su familia, sus hijos (los del cangrejo), mirando el espectáculo. Me entraron ganas de hacerle lo mismo al tipo ese; se había cargado cobarde y vilmente a un auténtico samurai de la naturaleza. Así es la vida.

Yo en uno de esos días hice algo de lo que aún me arrepiento, y aún no sé por qué lo hice. Estaba sentado en las rocas, y los cangrejos tipo-2 me pellizcaban el culo increpando "eh, que no puedo salir". Me levanté y vi unos cangrejos tipo-1 a lo lejos; me parecían preciosos también, aquellos eran rojizos, enormes, por supuesto aplanados y con las patas muy finas y largas (tipo-1). En cuanto me acercaba a 2 metros salían por patas y se metían en sus refugios. Me daba rabia porque parecía que me vacilaban, así que -de verdad que no sé por qué lo hice- me propuse competir con ellos, a ver quién ganaba. Me escondí detrás de una roca con un pedrolo a esperar a que saliera uno que tenía fichado, a ver si era capaz de sorprenderle. Cuando salió de su escondrijo, todo confiado, salté yo como un rayo ejecutando mi perfecta táctica militar y le asesté tal pedrada (era una piedra enorme que dejé caer en forma de parábola) que le arranqué de cuajo una o dos patas. El cangrejo, que siguió vivo, se metió corriendo en la grieta, pero las patas cayeron y quedaron flotando en el agua. Me quedé mirando las patitas flotando, y aún resonaba en mi cabeza el crujido del caparazón del cangrejo bajo la piedra... Me quedé hecho polvo, sin saber por qué lo había hecho, pidiéndole perdón y rezando para que le crecieran otra vez las patas. Esa historia la naturaleza me la guardó y después me sobrevinieron una serie de desgracias, pero creo que ya lo pagué con creces.

Años después, un verano en el Mediterráneo, aún me sentía mal yo por aquello. Recuerdo un día que fui al supermercado, y en la pescadería había una red con montones de cangrejitos, vivos, aplastándose unos a otros, sufriendo lentamente la muerte más horrible que uno pueda imaginar. Le dije a la pescadera que si me daba uno. "¿Uno? ¿para qué?" y le dije "no, es que colecciono los caparazones...". La señora me miró raro pero me dio uno, y me vio salir corriendo del súper con el cangrejo en la mano, y me fui a toda prisa a unas rocas de la playa y puse el cangrejo con cariño en un hueco con arenita y agua, dándole otra oportunidad al crustáceo. Creo que ese día la naturaleza me perdonó lo de Tenerife, y ahora estamos en paz. El cangrejo se quedó ahí tan a gusto, y cuando vino una olita el agua le cubrió la boca y soltó unas burbujillas, como diciendo "¡gracias, amigo!"...

(Música PLAY)
Experimento "margarina vs. mantequilla"

Alguien me contó que alguien le contó que a la margarina le falta tan sólo 1 ingrediente para ser... plástico, mientras que la mantequilla es natural, procedente de la nata de la leche; y que, pese a la creencia popular, la cantidad de calorías de ambas no es muy diferente. Bueno, pues el caso es que cogí sendos cachos similares de margarina y mantequilla y los puse en el campo (en la foto, margarina a la izquierda y mantequilla a la derecha), suponiendo que lo que se comieran los animalillos de por ahí me sacaría de dudas. Y así ha sido: a las 24 horas, el pedazo de mantequilla estaba casi a la mitad y el de margarina casi intacto, sólo presentaba este último unas marquitas que yo creo que son picotazos de pajarillos que la probaron y no les gustó (me puedo imaginar ahora a los gorrioncillos con el pico todo lleno de margarina sin poder quitársela). A las 48 horas (foto de abajo) no quedaba mantequilla; a lo mejor se la zampó un gato y ya no les quedó más a los pájaros, no lo sé, pero está claro que la margarina no ha tenido éxito, y aún sigue ahí, sin descomponerse por cierto. Como curiosidad, las hormigas no comen mantequilla, o yo no las he visto. La madre naturaleza ha hablado. Ahora tengo que escribir el artículo -en ingles, claro- con su introducción, material y métodos, resultados y conclusión, para ir entrenando. Creo que esto va a ser un Nature. No tendría estas inquietudes si hubiese olas.... el cambio climático se me nota.



"El universo comenzó con una enorme explosión -ocurrida hace unos 18.000 millones de años- que llenó todo el espacio, y en la que toda partícula de materia se alejó rápidamente de toda otra partícula. En el momento de la explosión la temperatura habría sido de unos 100.000 millones de grados ºC. A medida que el universo se fue enfriando, estas partículas dieron lugar a los átomos. A partir de estos átomos se formaron todas las etrellas y planetas del universo, incluidas nuestra propia estrella y nuestro planeta. Luego, a partir de los átomos existentes en este planeta se organizaron y evolucionaron los seres vivos. Todos los átomos de nuestro cuerpo se originaron en esta explosión ocurrida hace 18.000 millones de años.
Usted y yo somos de carne y hueso, pero también somos polvo de estrellas."
"Biología", de Helena Curtis. Mi segundo libro favorito.
14/02/08

Bienvenida...


Foto: Juan Serón

Viniste un día de viento.. y reíste en sueños.. Yo tampoco puedo quitar mis ojos de ti..
Días de levante...

Foto: Juan Serón

...que no terminan. A este lado del Estrecho, esa fuerza invisible que empuja las olas hacia la costa en el Mediterráneo, se lleva toda la arena hacia el mar.. Es como si el mundo se diera la vuelta, y en vez de llegar el mar golpeando la tierra, ocurre lo contrario, volando la tierra sobre el mar... Hoy, lejos de toda normalidad, fui a la playa a ver ese mundo al revés, dejándome sepultar en cuestión de segundos por la arena.. Entonces hice como ella, tratando de volar sobre el mar, aunque me caí dentro.. En esto que un perrillo solitario, que pensaba que él seria el único loco paseando por la orilla en esas condiciones, se sentó, dejándose sepultar también, y se quedó mirándome, a cierta distancia, hasta que me fui... Y no había nadie mas en esa playa..
Ya van llegando olitas a estas playas, desde el fin del mundo...

Fotos: Juan Serón

Otro adiós al sol
Y cuando cae en el mar, el agua se calienta y comienza a hervir de color naranja, como una pastilla efervescente de vitamina c, y se disuelve y se lleva consigo la luz.. Cuando tengo frío en los pies me levanto y pongo la calefacción en el coche, escuchando esta canción.. Escucho el principio una y otra vez, como ahora.... Me pregunto si yo alguna vez seré capaz de componer algo así, si algo mío hará sentir a un desconocido de esta forma que me siento yo ahora, completamente indefenso, la piel de gallina, deseando bucear al fondo del mar ardiendo, y gritar y mezclarse el agua de mis ojos con toda el agua del mar, hasta que me sienta en paz, tranquilo, otra vez...