24/05/2006

Llega de nuevo el levantazo, primero ahueca y después apaga.. y las olas se despiden... hasta la próxima borrasca atlántica, que probablemente no vaya a bombear barras de SW hasta otoño.. Omnipresente viento de levante durante la estación de la crema de olor a coco, las colchonetas y las palas (paletas) en la orilla.. La alegría de los ventorreros en Tarifa, que envidia me dan, si no tuviera miedo por la rodilla que se equivocó de posición por culpa de aquellos "beach-star".. Y aunque a veces siga doliendo (la rodilla y todo lo demás), no me impedía aquellas mañanas de este invierno madrugar como un animal salvaje para observar en el mar el color naranja que indicaba el mapa.. ¿Por qué me produce ese color tanta alegría? La bahía de Cádiz debería estar siempre de color naranja en el mapa. Bueno, en realidad no. Todo tiene su momento, es el encanto de vivir en una zona de clima templado con sus cuatro estaciones, las temporadas que pasan pero que más tarde llegarán otra vez. Pero ahora, hoy, echo mucho de menos aquellas mañanas de amaneceres vaporosos, de niebla perezosa que descubre tras de sí el campo que hay después de Conil, tan verde en invierno... Subir la carretera deseando llegar a lo más alto, desde donde aparece, de golpe, la larga playa y las líneas desplazándose perfectas, un ejército de olas batiendo con fuerza en la orilla, haciendo temblar el suelo, recordándonos que no somos más que bichos terrestres, el agua no es nuestro medio, allí mandan ellas, y allí somos pequeños.. Sin embargo, nos invitan amablemente dibujando triángulos equiláteros de espuma, abriendo enormes a un lado y al otro, refrescándose la frente con sprays de suave viento norte... Me invade un profundo respeto al océano y a la naturaleza que piso en ese momento.. Mientras, en el coche, suena esta música que me acompañó durante ese tiempo de días cortos, aunque aquí, en Cádiz, no lo son tanto..