7 y algo de la mañana.


De nuevo tengo la sensación de ir en dirección contraria. Las calles vacías, me cruzo con zombies que vuelven de fiesta. Por un lado, me siento vivo como un animal que vive ajeno a los hombres, ya bicheando al salir el sol. Por otro, siento la misma nostalgia que aquel día en que el barco se alejaba de la isla donde me perdí bajo las estrellas del Pacífico una semana, sabiéndome de nuevo encerrado semanas o meses en mitad de la nada. A eso me recuerda el barco que veo que ya ha zarpado, ya está en mitad del Gran Sol y al final no he ido a verlo. Suena esta canción en los cascos que me acompaña estos días, y mientras ando pienso, como aquella vez, qué rápido ha pasado todo, si no podría haber aprovechado más... Pienso que esta nostalgia es el precio a pagar por vivir mis cosas, pequeñas chorradas quizás, tan intensamente. Luego mi cabeza salta a una imagen de una playa llena de gente, y entre esos tantísimos puntitos me emociono al quedarme mirando a dos, que son los únicos a los que les importo entre esos cientos de personas y en cientos de km a la redonda. Pienso en mi amigo, mucho, y me digo a mí mismo que no tengo derecho, y no tengo derecho... Así que simplemente sigo andando, en dirección contraria.
(Música PLAY)